viernes, 16 de marzo de 2007

Pajeros automáticos

Hace un par de días fui a sacar plata al cajero automático de San Martín y Pellegrini y tuve una revelación mística: los cajeros automáticos son centros energéticos camuflados.

Sí, tal como lo leen. Yo sé que suena a delirio, pero cada vez estoy más convencido. De lo contrario no me explico cómo es que ciertos cajeros automáticos tengan siempre una cola kilométrica formada por gente tecnológicamente disminuida. Y esto no lo digo en sentido peyorativo, sino porque parece ser que la gente que no sabe cómo usar un cajero es sistemáticamente atraída a una especie de centro magnético, cuya representación material es la mismísima máquina en cuestión. Y ojo, que no hablo de viejitos a los que les encajaron el cambio tecnológico les guste o no, sino de gente medianamente joven.

Uno los ve mirando la pantalla y tecleando despaciiiiiiito, como revisando 30 veces si la opción que eligieron es la correcta, no vaya a ser que presionen mal una tecla y vacíen todo el dinero acumulado en su cuenta. Y peor cuando van en manada. Generalmente son tres o cuatro vaguitos a los que uno ve entrando al cajero muertos de risa, ya sabiendo que van a demorar una eternidad. Y sí: se demoran, se demoran, se demoran... Y uno no sabe si están boludeando o si son consumados crackers que lograron convertir al cajero automático en una consola de videojuegos y se engancharon jugando al "Counter Strike". Pero la duda dura poco: estaban boludeando, porque salen con la plata en la mano, todavía muertos de risa e ignorando la mirada de odio que les dirige el resto de la cola.

Ah, y si no está la pareja que entra con su nene de 6 tiernos añitos de edad, que está aprendiendo los números en la escuela. Y claro, el nene reconoce los números y quiere apretarlos. Y negárselo sería poco pedagógigo por parte de los papis. Así que alzan upa al nene y lo dejan teclear. En una pantalla táctil. Con sus deditos pegoteados de caramelo, dulces y mocos. Y claro, hay que darle tiempo. Y los que estamos afuera, ¡chochos de la vida! Total, tenemos todo el día; por eso vamos al cajero automático. Si no, iríamos al banco a tratar con un cajero humano, claro.

Pero, volviendo al tema inicial, creo que hay cajeros automáticos con la extraña propiedad de atraer a gente tecnológicamente disminuida. Si no, no hubiera tenido que esperar 10 minutos para que 3 personas (que entraron juntas) saquen plata. Tampoco digo que tengan que batir mi record de 30 segundos de permanencia máxima en un cajero automático, pero todo en su justa medida.

En fin...

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