jueves, 12 de julio de 2012

El carácter que faltaba

Puso la llave en la cerradura y abrió la puerta, ignorando el molesto chirrido. Entró caminando pesadamente, cerrando la puerta al tiempo que se miraba en el espejo. Su expresión de derrota era habitualmente difícil de ocultar, pero ese día había sido demasiado, incluso hasta para ser lunes. “Y todo por una maldita máquina de escribir...”, murmuró.

La máquina de escribir. Una antigua Remington Monarch, marcada por el destino para fallar en el preciso instante en que una joven pareja se disponía a registrar la existencia de su hijo recién nacido. “¿Nombre?”, preguntó el notario. “Marcelo”, respondieron los padres al unísono. El hombre comenzó a escribir en la máquina y, sin mirar, les entregó la constancia de nacimiento. La pareja recibió el documento y una mueca de desconcierto cubrió sus rostros. “Hay un error”, dijo la mujer, “El nombre es Marcelo, y aquí dice Marclo”. “Un momento”, dijo el notario, mientras revisaba algo. “Sí; esta máquina lleva demasiado tiempo con nosotros, y evidentemente ha tenido una falla en la letra 'E'”, respondió, coronando su frase con una carcajada. “Lamentablemente no tendremos una nueva hasta dentro de mucho tiempo y aún así los registros no pueden cambiarse, así que no hay nada que se pueda hacer al respecto. De todas formas, Marclo es un nombre muy original”, concluyó a manera de excusa, mientras apartaba la máquina de su escritorio y continuaba con su trabajo como si nada hubiera ocurrido.

Marclo recordaba la anécdota de memoria, repetida por sus padres hasta el hartazgo, tal vez en un vano intento por convencerlo de que su torturada vida no era culpa de ellos. Pero eso no le importaba. Desde su más tierna infancia sus congéneres se habían mofado de su extraño nombre, ridiculizándolo en cuanta oportunidad se presentara y convirtiéndolo en un niño débil e inseguro. Fue en la escuela, al aprender las vocales débiles y las vocales fuertes, que Marclo se convenció de que la fuerza que le faltaba a su personalidad se debía a la 'E' central de la que carecía su nombre. “Si me llamara Marcelo, todo sería diferente”, se decía. En la universidad, cada nuevo compañero de clase, cada nuevo profesor, todos preguntaban burlonamente acerca de su nombre. Y Marclo se limitaba a repetir la explicación una y otra vez, sin saber qué más hacer.

Al llegar la vida laboral, todo empeoró. Sus compañeros de trabajo inventaban un nuevo apodo para él cada semana, y Marclo sólo atinaba a sonreír tontamente, harto ya de dar explicaciones, sufriendo por dentro y sin la fuerza para poder siquiera hacer frente a las burlas. “Y todo por una maldita máquina de escribir...”, se decía a sí mismo cuando la rabia lo invadía.

Aquel lunes fue igual que todos, pero diferente. Una discusión con su superior había cerrado el día de la peor forma posible. Volvió a su casa y, luego de entrar, murmuró su frase de cabecera: “Y todo por una maldita máquina de escribir...”. Ya había sido demasiado. La vida no tenía sentido así, sin siquiera un nombre digno de ser llevado, y Marclo decidió acabar con todo. Pensó y pensó, y finalmente llegó a una conclusión: ya que no tenía la fuerza para terminar con su propia vida, dejaría que alguien más lo hiciera por él.

Salió a caminar sin rumbo fijo, sólo atento a los vehículos que pasaban velozmente, buscando el adecuado para cumplir su objetivo. Los accidentes ocurrían todos los días, y al poco tiempo nadie se acordaría de él, pensó. Fue así que llegó a la avenida, y no pudo dejar de notar algo fuera de lugar. En el centro de la calle, como ajena a todo, se encontraba una mujer. Un pesado vehículo se acercaba a toda velocidad. Marclo se detuvo a pensar durante una fracción de segundo: no tenía nada que perder, salvo su vida, y ya no le interesaba conservarla. Fue así que se movió rápidamente, llegando a la mujer justo a tiempo para apartarla de la calle en el preciso instante en que el vehículo iba a atropellarla. Ambos cayeron al suelo.

Ella lo miró como ausente, y él sólo pudo decirle “¿Estás bien? Mi... mi nombre es... es Marclo”. “¿Marclo?”, dijo la mujer, esbozando una extraña expresión. “Debería ser Marcelo, pero...”, comenzó a responder él; pero se detuvo al ver la expresión en el rostro de la mujer, sabiendo que luego vendría la carcajada burlona. Se levantó y siguió caminando, mientras exclamaba “Y todo por una maldita-”. Al escucharlo, la mujer se puso de pie inmediatamente, mirándolo como si acabara de despertar de una pesadilla e interrumpiéndolo: “¿Y todo por una maldita máquina de escribir Remington Monarch con la letra 'E' fallada?”, dijo. Oyéndola, Marclo se detuvo en seco y se volvió a verla, desconcertado, mientras ella se le acercaba. Al llegar hacia donde se encontraba él, la mujer lo miró a los ojos, sonriendo, y le dijo “Mucho gusto. Soy Malna”.

FIN

domingo, 1 de julio de 2012

Máxima Nº 8

Un "Te aviso" como respuesta a una invitación a volver a verse, es clara señal de que ella no tiene el más mínimo interés en vos.

martes, 26 de junio de 2012

Cada persona es un mundo

Suena el teléfono.

Telemarketer: Hola, lo llamamos de Personal para ofrecerle un cambio de equipo a precio promocional.
Yo: Bien, me interesa un Nokia N8. ¿A qué precio me queda?
TM: Aguárdeme, por favor... (musiquita)
Yo: Ok. 
TM: (2 segundos después) Gracias por aguardar. Le informo... Para su plan, el precio final es de "x"$ más impuestos, ya que tiene un descuento de "y"$.
Yo: Muy bien, entonces te confirmo la compra de dos unidades.

Una vez efectuado el tramiterío, me confirman que los teléfonos van a llegar dentro de los diez días hábiles.

Pasados unos días, ¡oh, alegría!, llegan los teléfonos... facturados sin el descuento (más del 150% del precio original). Previa puteada de proporciones bíblicas y devolución de los equipos, llamo al teléfono de atención al cliente, donde después de largo rato me dicen que lo que pasó es que la vendedora cargó mal el descuento y que lo mejor va a ser que haga la compra en una sucursal de la empresa. Nuevo tsunami de puteadas que harían palidecer a un estibador.

A los dos días me dirijo a la casa central de la empresa, dispuesto a efectuar en persona la compra de los dichosos teléfonos.

Me atiende una ameba metamorfoseada en humana, con cara de tener relaciones carnales de escasa frecuencia y calidad, la cual me informa que "estamos sin sistema" y que tienen abierto hasta las 18:00. Al preguntarle si tiene idea del horario en que puede volver el sistema, me repite "estamos sin sistema y tenemos abierto hasta las 18:00". Mente superior domina a mente inferior.

Voy a la otra casa central de la ¿empresa?, con mi presión arterial escalando a alturas himaláyicas.

Llego y, como era de imaginarse, está hasta las manos. Le digo al tipo de la seguridad "Necesito hacer cambio de equipo para un abono corporativo ¿Acá se puede hacer ese trámite?". "Sí, formá fila que te llaman", me dice, con cara de "Claro, pibe, acá hacemo' de todo".

Enyoguizándome, me pongo en la fila, esperando a que me llamen. Después de un rato, llega el preciado momento. "Siguiente", escucho, y al levantar la mirada, me encuentro con lo inevitable: un infrahumano mononeuronal detrás de un escritorio, mirándome. Su rostro deja ver a las claras que preferiría ser llevado por la Parca sin previo aviso  antes que estar sentado ahí.

Volviendo a enyoguizarme, me dirijo al escritorio, y comienza el siguiente diálogo (Y=Yo; IH=Infrahumano):

Y: Hola, quiero hacer un cambio de equipo de un abono corporativo. No soy el titular, pero quiero averiguar si hay disponibilidad de equipos y el precio.
IH: El trámite lo tiene que hacer el titular... Si vos querés te puedo dar la revista para que veas los mod-
Y: (interrumpiéndolo) No; yo ya sé qué modelo quiero (le digo el modelo). Lo que necesito saber es si hay en stock y cuál es el precio.
IH: De ese modelo hay en stock, pero no puedo darte información de precios si no sos el titular.
Y: (comenzando a sulfurarme) Pero yo tengo mi teléfono acá, y también mi documento. Yo no quiero hacer la compra; yo quiero averiguar el precio y, si me conviene, llamo al titular para que venga a hacer el trámite.
IH: Sí, pero yo no tengo permiso para acceder a los datos si no viene el titular con el DNI.
Y: ('cha de tu hermana, pelotudo) OK, entonces lo llamo y le digo que venga...

Llamo a padre, titular de la línea, quien después de un rato llega a la sucursal, visiblemente ofuscado. Después de esperar un rato en fila, nos atiende una amable señorita... aunque también mononeuronal (Y=Yo, P=Padre, AS=Amable señorita):

Y: Hola, queremos hacer cambio de equipos. Ya sabemos la marca y el modelo, y lo único que necesitamos saber es el precio.
AS: Ajá... sí, le comento... nosotros no hacemos venta de equipos. Para venta, derivamos a los agentes oficiales...
Y: O_o (WTF???)
P: (comenzando a montar en cólera - y no porque tengamos un caballo que se llame "Cólera") Estem... ¿me podés decir POR LO MENOS el precio del teléfono? 
AS: Bien. Díganme el número de línea, por favor.
P: 159-999999.
AS: Bien; sí, acá figura que el precio del teléfono para ese plan es de "x+y"$.
P+Y: (le explicamos la situación acaecida con la venta telefónica)
AS: Claro... miren, lo que yo les puedo decir es que concurran al agente oficial que está acá a la vuelta y allí les van a poder informar disponibilidad y precios de equipos con descuento.
P+Y: ('ta madre que lo remil parió) OK; vamos para allá. Gracias.

Cantando "Happy happy, joy joy", nos dirigimos al agente oficial de esta empresucha.

Llegamos, y es un océano de gente. Mientras esperamos, una informante secreta me pasa por teléfono el dato de que la venta se cargó con un código de descuento particular.
Después de un rato, nos atiende un ser vivo de sexo femenino. Le explicamos el problema, le decimos el código de descuento ingresado, y nos dice que lo va a consultar con su supervisora y que la aguardemos. Al instante acude otra vendedora, a la cual la primera le explica la situación. Mientras esto ocurre, la nueva vendedora se queda inmóvil, sin emitir señal de vida alguna. Al concluir la explicación, aparece la supervisora, a quien la última vendedora le explica cómo es la cosa.
Mientras  esto ocurre, la supervisora y la primera vendedora se quedan inmóviles, nuevamente sin emitir señal de vida alguna. Ahí es cuando me doy cuenta: comparten un cerebro entre las tres, de forma tal que cuando una lo está usando, el sistema nervioso autónomo de las restantes queda en estado comatoso temporal. Nos dicen que aguardemos, que van a consultar en el sistema.

A todo esto, el tamaño de las gónadas paternas y propias iba aumentando hasta tomar las proporciones de un Fiat 600 cada una.

Después de un rato, vuelven las trillizas telefónicas. Vuelven despacio, porque van moviéndose de a una.
"Bueno, consultamos en el sistema y figura la venta, exactamente a "x+y"$ cada unidad, tal como ustedes nos dijeron", nos dice la supervisora.
"Pero... El descuento que nos dijeron que se aplicaba, ¿DÓNDE ESTÁ?", respondemos padre y yo casi al unísono.
Las tres amebas evolucionadas se miran entre sí, antes de entrar en colapso: no saben a cuál de las tres le toca usar el cerebro. Cuando el sorteo neuronal vuelve a favorecer a la supervisora, nos dice (con cara de pánico): "En el sistema no figura ningún descuento".

Con la presión arterial en 117, miramos a la susodicha forma de vida, dándonos cuenta de que es inútil cualquier tipo de reclamo. "OK, hasta luego", saludamos, resignados, y partimos raudamente con toda la intención de comprar un AK47 y hacer justicia por mano propia. Pero no: es mal karma y no queremos reencarnar en escuerzo en nuestra próxima vida.

Controlando el instinto asesino, volvemos a nuestros respectivos trabajos, rumiando furia.

Tal vez ustedes estén esperando un remate humorístico o algo por el estilo, pero no hay nada de eso. Es sólo el relato para que se den una idea de cómo se manejan en esa corporación nefasta.

Ah, eso sí: me paso a Movistar.

domingo, 17 de junio de 2012

7 años no son nada

Y se va el séptimo cumpleaños primate...

Sí, está bastante abandonado el blog... No escribo casi nunca, sobre todo por falta de tiempo...

Pero en cualquier momento vuelvo a romperle las pelotas a la blogósfera con mis posts quejumbrosos.

Por ahora... ¡Felices 7 años a mí!

sábado, 14 de abril de 2012

Fatalismo virósico

Que te agarre gripe cuatro días antes de empezar tus vacaciones, puede significar una de tres cosas:
  1. Que tu cuerpo dijo "basta" y -como sabía que te relajabas- te bajaron las defensas.
  2. Que por algún extraño misterio del universo, era mejor que te quedaras una semana encerrado en tu casa en lugar de salir.
  3. Que estás meado por una manada de elefantes africanos con cistitis.
Yo me inclino más hacia una mezcla de las 3, a pesar de que dije que podía ser una de las 3.

Cada tanto, vuelvo...


domingo, 4 de septiembre de 2011

La misma con distinto

Me rompen soberanamente las pelotas los ateos que creen que los demás son idiotas sólo por creer en algo en lo que ellos no.

Vivan y dejen vivir.


¿Se los dije o no?




Espero que no me hagan juicio por plagio retroactivo...