lunes, 25 de diciembre de 2006

Así y todo...

... y a pesar del post anterior, las Fiestas no dejan de ser una mierda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He leído y escuchado una tremenda cantidad de mensajes de Navidad y de Año nuevo. Lacrimógenas a lo más algunas, pasando por las trilladas infaltables hasta las terriblemente sonsas.
Algunas pocas, plantean el padecimiento que las fiestas suponen, por tal o cual razón. Como un vía crucis interminable que empieza más o menos el 22 y se extiende hasta más allá de Reyes. Estas pocas, aconsejo, mejor descartarlas.
Lo curioso es que pocas realmente quedan en la memoria, la gran mayoría pasa de largo y caen en el olvido.
¿Será que a lo largo de los años nos conmueven menos las cosas o es que en realidad nos mueven otras distintas? No lo sé.
Otro tema es el de los sentimientos encontrados, chocan entre sí, pero son todos válidos. En este caso dicen que es necesario hacerse un espacio para todos ellos, mientras sean la melancolía, la apatía y el desconcierto (en el grupo de los indeseables); y la alegría, la templanza( no se me ocurre otro más), en el grupo de los que no deberían faltar.
Creo no equivocarme cuando digo que si tuviste todo eso, pasaste la prueba. Si no pasaste la prueba, no importa, las fiestas que vienen son una nueva oportunidad.
Para cerrar, tengamos en cuenta que esta época del año nos reencuentra con lo que somos, para bien o para mal, nadie escapa de esto y pregúntate que si lo que viste en el espejo (no el del baño) te agrada.
Saludos.
DHM (la otra vez me olvidé de firmar)

Capitán Primate dijo...

En estas fiestas aprendí (o, mejor dicho, terminé de aprender) que los regalos no cuentan por su valor material sino por el valor interno que les damos. Asociamos al regalo con la persona que nos lo dio y con todo su contexto, y eso es realmente lo que nos emociona (o no).
Por eso pasa que hay regalos carísimos que no nos mueven ni un pelo, y regalos simples y de poco valor monetario que son capaces de conmovernos hasta el llanto.

Dixit.