lunes, 2 de abril de 2007

De obscuritas

Hace años descubrí que existe en mí una parte oscura. No, no soy satanista ni hago brujerías. Es simplemente una parte oscura. Oscuridad como lo opuesto a la luz (ya sé, suena místico, pero al fin y al cabo es mi blog, qué tanto). En la parte oscura está todo lo que me impide ser libre. Los miedos, los malos hábitos, los defectos. Y lo peor de todo es que la única forma de "iluminar" la parte oscura es luchando contra ella.

Ahora se me ocurre algo. Son como algunas posibilidades. Dos, en concreto:

  1. La parte oscura es inherente a uno mismo.
  2. La parte oscura nace de uno, pero no es inherente a uno mismo.
Entonces tenemos que, sea cual sea su procedencia, en algún momento se establece una lucha contra esa parte oscura. Ahora bien: si la parte oscura es inherente al ser, luchar contra ella sería como luchar contra uno mismo. Suena a paradoja. Y, por otro lado, si es externa se generará una reacción en respuesta a la acción de luchar contra ella. Y generalmente esa reacción tendrá más fuerza que la acción que la originó.

En Teosofía algunos sostienen que la mejor forma de luchar contra la parte oscura (aunque no la llaman con ese nombre, claro está) es precisamente no luchar, sino desarrollar la virtud opuesta al defecto que se desea combatir. De esa forma se evita que se genere una reacción de igual o mayor magnitud a la acción original.

El tema es que generalmente la parte oscura es lo suficientemente hábil como para presentar las cosas en una forma que resulte cómoda o agradable. ¿Tengo que acomodar esos papeles viejos? Y, pero trabajé toda la semana; también tengo que boludear un rato. Y así para cada caso. Como para ir enfangando (si tal palabra existe) la existencia cada vez más.

Lo paradójico es que, tarde o temprano, la parte oscura termina perdiendo. Ya sea porque uno descubre con qué armas combatirla, o porque llega un momento de crisis o porque se toca fondo. Pero eso a la parte oscura no le importa. Pareciera que lo único que le importa es alargar el proceso, estirar la oscuridad lo máximo posible, demorar su propia partida hasta el punto de confundirnos y hacernos creer que no tenemos escapatoria.

Siendo conscientes de esto, la cosa cambia un poco.

Pero igual no es fácil. Nada fácil.

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