jueves, 8 de febrero de 2007

De revolutio

No conozco revolución violenta que haya logrado cambiar algo más que el origen de la sangre derramada.

La verdadera revolución, la revolución transformadora, no se hace con armas. No se hace con violencia. No se construye con sangre. Ni propia ni ajena. De lo contrario, lo único que se consigue es cambiar el rol de opresores y oprimidos. Nada más.

La verdadera revolución no es política, ni económica, ni religiosa. La verdadera revolución es la de las conciencias. Es la que hace que la gente, la gente común, abra (abramos) su (nuestra) mente al cambio. Que nos demos cuenta de que el mundo como está ya no va más. Que tiene que haber algo diferente. Que somos nosotros los que tenemos el poder de cambiar.

La revolución de las conciencias no puede forzarse con imposición alguna. La revolución de las conciencias se dispara desde afuera pero viene de adentro.

Queramos o no queramos, ya está acá. Y ya empezó.

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