sábado, 27 de enero de 2007

Puedo escribir los versos más tristes... pero no soy poeta

Siempre esperando el momento justo. Ese momento, esa ocasión especial que nunca llega. Claro, es más cómodo esperar el momento justo (que nunca llega) que jugarme y tirarme a la pileta. ¿Y cuándo me doy cuenta de que el momento justo nunca llega? Cuando veo que la oportunidad se me escapa de las manos. Cuando me doy cuenta de que pensás en otro, no porque yo no pueda interesarte, sino porque nunca te lo dije. Y ahí aparece esa sensación fea como de tener un puñal clavado en el costado. Y lo peor de todo es que si de verdad tuviera un puñal clavado, me lo sacaría y a otra cosa. Este puñal, en cambio, se clava simplemente porque yo le dejé lugar.

Y ahora viene la lucha. La lucha "razonamiento versus sentimiento". Una lucha verdaderamente al pedo, porque nunca gana el pensamiento. A lo sumo ganará una batalla o dos. Pero al final pierde.

Después viene la culpa. La puta culpa. Estoy cansado de comer culpa. Pero la única forma de dejar de alimentarse con la culpa es no generarla. Y para no generarla hay que actuar. De una vez. Pensar menos. ¿Qué gané por pensar tanto? NADA. Al contrario: perdí. Y mucho. Y sigo perdiendo.

¿Y ahora qué hago? No, mejor dicho: ¿Y AHORA QUÉ MIERDA HAGO? ¿Patalear? No arregla nada: empeora. ¿Llorar? Aliviará los nervios, pero tampoco arregla nada. ¿Decírtelo ahora, sabiendo que lo hago por desesperación? Pero, un momento... ¿yo no vi ya esta película? Hace 3 décadas que la vengo repitiendo. Y sigo. Y cada vez se hace peor. Es como intentar nadar en arenas movedizas. Cada vez te hundís más.

¿Por qué tuve los huevos para romper con lo que me estaba enfermando, y ahora no tuve los huevos para decir algo que me estaba haciendo bien? ¿Estaba? ¿No está más? No sé.

Parece mentira cómo se puede pasar de un momento alegre a uno triste en cuestión de segundos o minutos.

Y sé que escribiendo esta perorata, esta mierda al pedo, no arreglo nada. Si por lo menos lo leyeras. Pero ¿cómo cuernos puedo esperar que lo leas, si ni siquiera sabés que existe?

Qué sé yo... quisiera quedarme escribiendo hasta caer rendido de cansancio... Pero eso le habrá pasado a Shakespeare, no al cagón que escribe esto.

Qué hipócrita que soy... te hago creer que no me afecta, y por dentro me estoy muriendo... Y no sé si esta noche de una buena vez no me agarro un buen pedo y mando a la puta que lo parió a todo... A todos mis miedos... a todos mis prejuicios... a todas mis inseguridades... a toda la mierda que me hace simular que soy lo que no soy...

¿O es que todavía no me di cuenta de que la única forma de ser yo mismo es siendo yo mismo?

En fin... o en principio... Ya no sé.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hablar es la diferencia entre ganar o perder para siempre.
Cuando hace más de 5 años me vi en la tremenda necesidad de contar lo que me pasaba, me di cuenta que hablar sería lo que me aliviaría.
Se puede hablar, pero no buscando la palabra bien dicha, aprovechá esa increíble virtud de saber contagiar lo que te pasa , y decilo escribiendo. Por lo menos es a todo lo que me atreví ese 7 de agosto.
No te prometo triunfar, pero la tortura que persiste día tras día, preguntandome que hubiera pasado si no lo decía o si lo decía es mucho peor que la verdadera consecuencia de decirlo.
Si, es peor preguntarse, porque lo dije y perdí lo que más amaba, perdí una amistad, perdí dos años, morí un poco más ese día. Sin embargo si no lo hubiera dicho, si no me hubiera revelado tal cual soy, hoy seguiría preguntándome ¿qué pasaría si? y esto es lo destructivo, es lo terriblemente dramático.Creeme cuando te digo que es peor la incertidumbre.
Hoy estoy orgulloso de lo que hice, porque lo hice con la convicción de que no podía seguir más a su lado sin destruirme a mi mismo, porque sabía que también podía ganar arriesgándome, aunque después fracase. Y hablar me sacó un peso mostruoso de encima y pude alejarme. Dios mío, cuánto te agradezco el haber pasado por eso, nunca lloré tan verdaderamente, aunque haya perdido todo, aunque a partir de ese día esté desgarrado, aunque te cruce por la calle y me sienta miserable. Hablá por favor, aunque pierdas ,hablá. Tené la valentía de enfrentarte a la verdad y a vos mismo.
DHM